Se trata de un problema de dimensiones incalculables. Actualmente las pelotas de tenis y pádel se fabrican principalmente con materiales sintéticos, tanto la felpa como el caucho, que son derivados de hidrocarburos (del petróleo).
Por cada kilo de caucho fabricado se generan 4 kilos de CO2 que se liberan a la atmósfera.
Son transportadas en barco en un viaje de 1 mes de duración desde el lejano oriente. Y luego son redistribuidos a todos los puntos de venta. Esto supone un gran consumo de energía y más CO2 liberado a la atmósfera.
Estos materiales no son biodegradables y hoy en día no hay en marcha sistemas de reciclados eficientes y los que hay son muy locales y sin apenas impacto.
Por lo tanto la huella de carbono del sector de las pelotas es enorme y estamos lejos todavía de tener un sistema de economía circular que lo gestione.
ECOMARB.com en colaboración con el Club de Tenis Puente Romano (Marbella), han puesto en marcha un proyecto que pretende dar una solución al problema generado, a través del reciclaje de las pelotas de tenis y pádel desechadas y un posterior trabajo de i+D+I que las convertirá en nuevos productos que pretenden ampliar la vida útil de las pelotas de tenis y pádel.
Una segunda vida de las pelotas de tenis y pádel
1. Un trabajo de i+D+I las convertirá en filamentos para su uso en la impresión 3D. A través de la que se diseñarán y producirán nuevos producto hechos 100% con pelotas de tenis y pádel recicladas y que encontraran a la venta en la tienda del Club: trofeos para los torneos, antivibradores, gafas de sol, etc..
2. De las pistas a las sillas de las clases. Las pelotas de tenis y pádel usadas tendrán una segunda vida muy útil, sencilla y nada costosa.
Una parte de las pelotas de tenis y pádel recicladas por los jugadores del Club de Tenis Puente Romano tendrán un nuevo uso, como protector de las patas de las sillas en aulas de educación especial y clases de colegios de Marbella, acción que contribuirá a conseguir aulas más silenciosas.
A través de esta iniciativa evitamos el ruido que los alumnos hacen de forma involuntaria al desplazar las sillas y se contribuye a conseguir un espacio más confortable y libre de sonidos molestos. Una forma sencilla de reducir la contaminación acústica y tener una clase más en paz.